Capítulo 1

By | viernes, mayo 01, 2015 Leave a Comment
Érase que se era que, un año atrás de lo que contaré, en un lindo paraje conocido como la florida Villa de los Girasoles, cercano a la Región entre Tres Tierras y custodiado por cinco torres próximas a un templo construido con forma de flor, una joven gatita llamada Micha Carey dio a luz a tres lindos gatitos. Esto sucedió un primero de mayo, en un día lluvioso de primavera.

Abuela Vera
Antonio Almendro de la Huerta es un escritor a quien nos referiremos, para abreviar, como Don Almendro. Él —cuenta la vieja gata vecina, la Abuela Vera, una elegante dama de raza burmilla— tiene viviendo en la florida Villa de los Girasoles más de cuarenta años, en una casa solariega próxima al Río Chico; y ella lo sabe porque es una historia narrada por tres generaciones felinas.

Don Almendro llegó a la localidad cuando tenía cinco años de edad, el tercero de tres hijos de una familia acomodada, aunque también dice la abuela que algún metiche le contó que en realidad era el cuarto pues “La Picolina”, la segunda hija del matrimonio De la Huerta, murió cuando tenía diez meses de edad.

Roque "El Guapo"
A mí me llaman “El Guapo”, pero la simpática y obesa familia en cuyo seno nací tuvo la ocurrencia —¡por los bigotes de Bastet y Semjet!— de registrarme con el nombre de Roque. Soy —modestia aparte— un hermoso ejemplar, blanco y gris oscuro, de ojos blanquiazules descendiente de la pionera raza americana pelicorta. No me preguntes mi edad, gatos como yo no tenemos años sino guiños y conquistas de apareo en nuestra cuenta particular.

Soy amigo personal de Micha y junto con César Cancha, un viejo y malhumorado felino blanco de ojos verde esmeralda, la conocí algunos meses antes, cabizbaja y meditabunda porque había escapado de la casa que la viera nacer. En esos días también rondaba el vecindario Rorick Mustaine, un robusto y gigantesco gato atigrado, barcino de pelaje corto color crema, de carácter abusivo y dominante que, apenas puso sus ojos en Micha la pretendió, por no decir que la acosó, abiertamente hasta conseguir yo no sé si seducirla o forzarla, pero sí su cometido de procrear por medio de ella.

Aunque la mayoría le temíamos, en realidad Mustaine no era un mal gato, solo muy atravesado y dominante que diariamente vigilaba y protegía su vasto territorio, del que formaban parte nuestras parcelas más reducidas. Bastet y Sejmet lo tengan en su santa gloria. De algo estoy seguro, Micha, sin duda, fue para él mucho más que una amante de tantas en su felina colección.



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